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Antonio Raimondi: Una visita al pueblo de Huaquis en 1862

Luego de salir del pueblo de San Lorenzo de Alis, un 17 de agosto de 1862, Antonio Raimondi llegó frente a los andenes de El Gran Maizal. Desde la ribera del río Cañete, y con la luz que proyecta el sol de media tarde, veía «las faldas del cerro cultivadas en escalones muy regulares, sostenidos por paredes de piedra, bien construidos y todos de la misma altura»[1]. Luego de cruzar el puente que se tendía sobre este río, logró distinguir el pueblo de Huaquis en la parte alta del cerro. Para llegar allí, debía subir una larga cuesta que atravesaba la ladera cubierta de terrazas agrícolas.

Antonio Raimondi es un destacado personaje de nuestra historia, reconocido por dedicar gran parte de su vida a la investigación y exploración del Perú. Quizás su nombre nos parece más familiar cuando escuchamos hablar de la Estela de Raimondi o las puyas de Raimondi. Él nació en Milán, Italia, y llegó al puerto de El Callao a la edad de 25 años. De los cerca de 40 años que vivió en el Perú hasta su fallecimiento, 18 años los dedicó a viajar por el territorio peruano describiendo cada pueblo al que llegaba. Detallaba la geografía, la flora, la fauna, el clima, además de su historia y sus costumbres; y no solo eso, fue bastante minucioso en anotar las indicaciones —puntos cardinales, caminos, puentes, etc.— para llegar de un pueblo a otro. Todos estos datos los registró en sus libretas de viaje, las cuales han sido digitalizadas por el Archivo General de la Nación[2] y declarados Patrimonio Cultural de la Nación por el Ministerio de Cultura del Perú[3]. Son estos cuadernos de viajes los que, ahora, nos permiten conocer e imaginar cómo habría sido visitar el pueblo de Huaquis cuando aún estaba poblado durante el invierno de 1862.

Izquierda: 1) Libretas de viaje de Antonio Raimondi. 2) Detalle de croquis en una libreta. Derecha: 3) Fotografía de Antonio Raimondi. Créditos: 1 y 2, Fotos de Nancy Chappell (El Comercio, 2018). 3, Colección Museo Antonio Raimondi, Lima.

A Raimondi le tomó 50 minutos recorrer el camino ascendente desde la ribera del río Cañete —que él anota como “río de Huancaya”— hasta la parte alta de la montaña donde se encuentra el pueblo de Huaquis. Luego de caminar por la calle principal para llegar a la plaza, escribió:

«El pueblo de Huaquis es bastante grande; se halla situado en la cumbre de una lomada que separa la quebrada de Huancaya de otra quebradita (…). Tiene una sola calle en declive; todas las demás casas se hallan amontonadas sin orden sobre la falda del cerro. La iglesia se halla casi en el punto más elevado del pueblo; su plaza no es muy grande y [está] rodeada de una pared con un arco á la entrada. Varias capillitas existen en los alrededores de la plaza. El convento o casa parroquial se halla situado en una esquina y se entra á el por medio de algunos escalones de piedra»[4].

Según apuntaba, las viviendas se encontraban asentadas sin un orden aparente sobre las terrazas acondicionadas en la ladera del cerro. Entre ellas, destacó una calle en pendiente, la cual parece ser la calle principal Este-Oeste que parte desde la plaza de Huaquis —la plaza llamada Huairona— hasta el final del pueblo. Sin embargo, llama la atención que no mencionó la otra calle principal Norte-Sur, aquella que se compone de un conjunto de graderías que recorre la ladera del cerro y que, al cruzarse con la calle Este-Oeste, da lugar a la formación de cuatro barrios. Probablemente, al caminar por la calle hacia la plaza, pasó de largo sin reconocer esta escalera que es mucho más visible desde su punto más alto.

Para ampliar la información que nos dio sobre cómo era la plaza, podemos mencionar el testimonio que escribió Epifanio Fernández, educador nacido en Huaquis en 1901, en base a sus recuerdos de infancia y la tradición oral recogida de sus familiares y miembros de la comunidad. En su libro —publicado en 1985, casi 120 años después de la visita de Raimondi—, narraba que había vivido en Huaquis de niño y podía recordar que, yendo a través de una calle —la calle Este-Oeste— y subiendo cinco peldaños de piedra, llegaba a «un zaguán con puerta de madera» a través del cual ingresaba a la plaza, la cual era de forma irregular y estaba rodeada de muros altos y poyos, pues servía como espacio de reunión para los habitantes en sus frecuentes asambleas.[5]

Es interesante, también, conocer el testimonio que dio Fernández sobre el convento o casa parroquial mencionado por Raimondi, el cual correspondería a un recinto rectangular de muros anchos, al cual se accede por su única entrada subiendo ocho gradas de piedra desde el camino contiguo ubicado al oeste de la iglesia. Fernández describía este espacio como «un salón llamado cabildo que servía como alojamiento al párroco en sus distanciadas visitas»[6]. Este salón, al que llamaba simultáneamente cabildo y convento, también sirvió, durante algún tiempo del período republicano, como la escuela de varones. Según indicó, la escuela funcionó «en el convento junto a la plaza»[7] y, ampliando luego la información, que «funcionó al comienzo en el Cabildo situado en uno de los lados de la plaza; [y] más tarde en su local propio construido de tres piezas con patio largo, amplio, ubicado en la parte superior de la plaza, al lado norte»[8].

Al parecer, Antonio Raimondi pasó la noche en esta casa parroquial o convento. Al día siguiente, la mañana del 18 de agosto de 1862, tomó su libreta para apuntar más datos sobre Huaquis, mientras anotaba que «el sol entra en el cuarto en donde está el barómetro»[9]. Registró una temperatura promedio de 9,35º C entre las 7:30 am y las 9:00 am y calculó que el pueblo se encontraba a unos 3762 metros sobre el nivel del mar.[10]

Algo que también notó Raimondi es que, al pasar por los pueblos de Tupe, Laraos y Alis, las casas solían tener paredes de piedra o adobe y estar cubiertas por techos de paja. Incluso, estando en el pueblo de Huantan, escribió en su libreta que estos eran los caracteres distintivos de las casas de la sierra: tener techos de paja y paredes sin blanquear con yeso o cal.[11] Estando en Huaquis, su opinión no fue distinta, pues veía el acabado rústico que estas tenían.[12]

Folios de la libreta de Antonio Raimondi donde registra su visita al pueblo de Huaquis en 1862. Créditos: Colección Antonio Raimondi del Archivo General de la Nación, Lima.

Sin imaginar que Huaquis sería desocupado por completo cincuenta años después, Antonio Raimondi tuvo la suerte de visitar el pueblo, caminar entre sus calles, compartir tiempo con sus pobladores, ser testigo de sus costumbres y poder registrar la información que recibía de ellos en sus libretas de viaje.

Intentando describir a sus habitantes, dijo que «son todos indígenas y hablan por lo general en Quechua y Castellano»[13]. Pero, aparte de estas lenguas, los huaquisinos también habrían hablado —o al menos conocido— la lengua kawki (cauqui) que, junto con el aimara y el jaqaru (jacaru), son parte de las lenguas de la familia jaqi o lenguas aimaraicas. Sobre esto, Raimondi también estaba al tanto y escribió: «En Huantan se habla la lengua Cauqui la que es diferente de la quechua y es conocida en Carania, Huaquis, [y] Tupe»[14]. Por su parte, Epifanio Fernández contaría que, en el pueblo de Miraflores —fundado por los habitantes de Huaquis y a donde se trasladaron entre 1909 y 1919—, los habitantes mezclaban términos del castellano, quechua, aimara y cauqui, mientras que en los pueblos vecinos se hablaba el quechua y castellano con más perfección.[15]

Estos mismos pobladores de Huaquis solían trasladarse al campo durante el día para dedicarse a la agricultura y ganadería; y, según Raimondi, sus cultivos principales eran el maíz, las papas y la cebada.[16] Pero también llevaban a cabo otra actividad principal como parte de su vida diaria: la producción textil. Durante su estadía en Huaquis, Raimondi no dejó de observar cómo los habitantes, tanto hombres como mujeres, se dedicaban a estos trabajos mientras permanecían en el pueblo. Según sus palabras:

«La industria del país ademas del cultivo de sus chacras es la fabricacion de los anajos [anacos] para las mugeres [mujeres], los que son de lana de color negro. Las mugeres tiñen e hilan la lana y los hombres se ocupan en torcerla haciendo esta operacion tambien cuando andan. Asi es muy comun en el pueblo de Huaquis ver [a] los hombres con un ovillo de lana en una mano y con el huso en la otra andar de una casa á otra torciendo continuamente su lana. Para fabricar un anajo se necesitan de ovillos. Un anajo se vende de uno á 4 pesos segun la finura de la lana y del tejido. Para tejer los anajos no hacen uso del telar. Con la venta de los anajos pagan las primicias, compran lo que necesitan y se embriagan en sus fiestas»[17].

La agudeza de Antonio Raimondi había permitido registrar este detalle importante del pueblo de Huaquis. Del mismo modo, Epifanio Fernández, evocando las asambleas públicas que se realizaban en la plaza, narraba que, luego del llamado de las campanas, los asistentes se sentaban en las escalinatas de piedra situadas delante de la iglesia y la torre. Y es justo en estas reuniones donde los hombres seguían dedicándose a la actividad textil. De esta manera, contaba que: «Los asambleístas al primer toque de campana asistían [y] todos [llegaban] con abundante lana para hilar, ovillos grandes para caupear (torcer) otros con hilos acondicionados para fabricar sogas, huaracas, tejer chompas, etc.»[18].

Para conocer un poco más de esta importante producción textil de los huaquisinos, tomaremos estos relatos de Epifanio Fernández:

«[La textilería está] Un tanto descuidada [en Miraflores], la principal artesanía que caracterizó Huaquis fue [la de] los hilados medianos y gruesos para anacos (vestidos femeninos), mantas, talegas, costales, ponchos, cordellates y frazadas. Debemos considerar como arte los tejidos con dibujos en forma simétrica: alforjas, talegas, fajas, pellones, con centenares de mechas. Trenzados de hilos para hondas, cabestros de ocho, doce, dieciséis hasta de treintavos hilos, trenzados con llamativos dibujos. Las sogas de carga matizados con colores naturales. Los abuelos fueron especialistas en tejidos imitando muestras dibujadas en papel. Los varones tejían canastas de variadas formas y tamaños con ramas de arbustos»[19].

También contaba que:

«Huaquis vivía mayormente de la ganadería [y] disponían de lana de oveja, alpaca, llama y vicuña, [además] la ocupación predominante de sus habitantes ha sido el hilado, torcido, trenzado y tejido. Mediante estas manipulaciones han fabricado fajas mantas y alforjas, en estos trabajos [es fácil que] se pueda notar el arte [y] pese el paso de los años [del traslado de Huaquis a Miraflores] aún no ha desaparecido. Generalmente las figuras son simétricas, rectangulares con diversos dibujos, matizados en colores llamativos»[20].

Y, como en todo pueblo de la sierra, Antonio Raimondi sabía que debía haber fechas importantes en donde toda la población se reuniera para celebrar, como aquellas por el santo patrono del pueblo. Conversando con los pobladores, consultó sobre las celebraciones principales que se llevaban a cabo. Así, supo de las fiestas en torno a San Agustín realizadas en agosto y pudo anotar que:

«Las fiestas de Huaquis son en los meses de Agosto (el 28) y Octubre. Esta última fiesta es la mejor y dura casi 15 días consumiendose en este tiempo una enorme cantidad de aguardiente. Pero es de notar que en el pueblo de Huaquis no se consume sino aguardiente de caña y en Tomas al contrario, solo aguardiente de uva. En Alis se consume tanto el una cuanto el otra»[21].

Pero Raimondi también pudo ser testigo de uno de los problemas principales que sufría el pueblo. Una de las razones por las que la población tuvo que trasladarse y fundar el pueblo de Miraflores, a principios del siglo XX, fue la ausencia de una fuente de agua cercana. La más próxima era la del manantial de Patuishinca, de donde partían algunas acequias que irrigaban el sistema de andenería del Gran Maizal; sin embargo, esta se encontraba a 1 km de distancia, por lo que los habitantes debían caminar 30 minutos de ida para llenar sus cántaros y otros 30 para regresar. Por ello, antes de dejar el pueblo, quiso dejar registrado que:

«El pueblo de Huaquis escacea [carece] mucho de agua y hasta el agua potable que sirve al consumo de la poblacion se halla muy lejos (casi un ¼ de legua) y es suministrada por un pequeño puquial»[22].

Precisamente, Epifanio Fernández recordaba así su niñez y contaba que, aprovechando las horas libres de la escuela, iban a traer agua en porongos y cántaros; los que vivían en el barrio norte se dirigían a Patuishinca mientras que los del barrio sur, a Chacapuyo.[23] Y continuaba: «El Puquial más conocido es el de Patuishinca distante a un kilómetro de Huaquis, de donde el pueblo se abastecía de agua»[24].

El pueblo de San Pedro de Piños se encuentra muy cerca de Huaquis. Este pueblo fue fundado a finales del siglo XVI, junto con otros pueblos como San Lorenzo de Alis y San Juan de Huancaya, posteriormente a la fundación de los llamados pueblos toledanos. Estos últimos, en los que está incluido San Agustín de Guaquis, fueron fundados durante la segunda mitad del siglo XVI —entre 1550 y 1586— y funcionaron como reducciones indígenas o pueblos de indios. Sin embargo, en las siguientes décadas, se fueron creando nuevos pueblos en zonas mejor ubicadas o cercanas a donde la población realizaba sus actividades económicas, como las tareas agrícolas o ganaderas. De este modo, Piños ya se encontraba creado y habitado en 1602, cuando el Arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, visitó la provincia de Yauyos.[25]

Eran las 9:25 de la mañana cuando Antonio Raimondi se dirigió hacia el pueblo de San Pedro de Piños, a unas 2 leguas y media de distancia —14 km— de Huaquis. Luego de bajar la cuesta para salir del pueblo, cruzó un arroyo y la quebrada que separa ambos pueblos. Poco más del mediodía, llegó al pueblo de Piños, tomó su libreta de viaje y nos dejó el siguiente registro:

«El pueblo de Piños se halla situado sobre una lomada en la banda derecha de la quebrada grande formada por la reunion del rio de Tomas con el de Huancaya [río Cañete]. Este pueblo queda como escondido detras de un promontorio y se halla situado en un terreno escaso de agua. El arroyo citado mas arriba es el que abastece de agua a la poblacion y que sirve para el riego de las chacaritas [campos de cultivo]. Las casas tienen un miserable aspecto [similar a la descripción de las casas de Huaquis y, en general, de Yauyos]. Sin embargo algunas pocas estan blanqueadas [de yeso o cal] y tienen su puerta pintada. La plaza es regular, pero la iglesia es mezquina. Las casas se hallan situadas sobre un terreno inclinado formado por la falda del cerro. Los habitantes de Piños son todos indígenas y su industria es el cultivo de sus chacras y la fabricacion de algunos tejidos de lana tales como ponchos, anajos [anacos], ect. [etcétera]»[26].

Rápidamente, luego de hacer este breve apunte, y tomando una temperatura de 14º C y una altura de 3666 metros sobre el nivel del mar, salió del pueblo de Piños a las 12:40 de la tarde. Otra vez, sorteando las laderas de los cerros y pasando nuevas cumbres, a otras dos leguas y media, Antonio Raimondi llegó al pueblo de Carania. Posteriormente, bajó por el río Cañete, visitó los pueblos de Yauyos, Huantan, Aquicha, Quisque, Pampas y Cusi; pasó por algunos pueblos de la provincia de Cañete y, subiendo por el río Mala, regresó a visitar otros pueblos yauyinos.

Los siguientes años, Antonio Raimondi continuaría realizando sus viajes y visitando muchos más pueblos del Perú hasta 1869. Los detalles de sus recorridos, anécdotas, costumbres y descripciones de los diferentes lugares de la costa, sierra y selva que visitó durante la segunda mitad del siglo XIX, quedaron anotados en sus libretas de viajes. Y, entre esas páginas, se guardó el registro de su visita a Huaquis, aquel pueblo de origen prehispánico que fue convertido en una reducción indígena durante la época colonial, sin que Raimondi siquiera pensara que sería uno de los últimos testigos en documentar la última parte de la historia de este pueblo y actual sitio arqueológico conocido como Pueblo Antiguo de Huaquis.


Notas

[1] Raimondi 1862a: 120.

[2] Dieguez 2017.

[3] Archivo General de la Nación, 2018; Resolución Viceministerial Nº 237-2017-VMPCIC-MC, 2018.

[4] Raimondi 1862a: 120.

[5] Fernández 2015/1985: 73, 87.

[6] Fernández 2015/1985: 73.

[7] Fernández 2015/1985: 87.

[8] Fernández 2015/1985: 87.

[9] Raimondi 1862b: 1.

[10] Raimondi 1862b: 1, 13.

[11] Raimondi 1862a: 112, 116; 1862b: 22, 42.

[12] Raimondi 1862a: 120.

[13] Raimondi 1862a: 120.

[14] Raimondi 1862b: 23.

[15] Fernández 2015/1985: 88.

[16] Raimondi 1862a: 121.

[17] Raimondi 1862a: 121.

[18] Fernández 2015/1985: 73.

[19] Fernández 2015/1985: 68-69.

[20] Fernández 2015/1985: 69.

[21] Raimondi 1862a: 121.

[22] Raimondi 1862a: 121.

[23] Fernández 2015/1985: 32.

[24] Fernández 2015/1985: 76.

[25] Benito 2006: 214.

[26] Raimondi 1862b: 3.

Referencias

Archivo General de la Nación (05 de abril de 2018). Libretas de Antonio Raimondi han sido declaradas Patrimonio Cultural de la Nación. Recuperado de http://agn.gob.pe/portal/patrimonio/1522941214-libretas-de-antonio-raimondi-han-sido-declaradas-patrimonio-cultural-de-la-nacion.

Benito, J. A. (2006). Libro de visitas de Santo Toribio de Mogrovejo (1593-1605). Lima: PUCP, Fondo Editorial.

Dieguez, V. (2017). Antonio Raimondi: El legado documental de un viajero italiano en el Perú del siglo XIX. En: Archivemos, 11, pp. 23-25. Lima: Dirección Nacional de Archivo Histórico.  pp.

Fernández, E. (2015/1985). Historia antropológica y social de la comunidad San Agustín de Huaquis. Miraflores – Yauyos. Lima: Editado por la familia del autor.

Raimondi, A. (1862a). Nº 30. Viaje de Yaulis, Pachacayo, Cochas – Provincia de Yauyos. Colección: Cuadernos de viaje de Antonio Raimondi, Nº 25. Lima: Libretas de viaje en posesión del Archivo General de la Nación.

Raimondi, A. (1862b). Nº 31. Viaje de Provincia de Yauyos, Cañete, Huarochirí. Colección: Cuadernos de viaje de Antonio Raimondi, Nº 26. Lima: Libretas de viaje en posesión del Archivo General de la Nación.

Resolución Viceministerial Nº 237-2017-VMPCIC-MC (2 de enero de 2018). Declaran Patrimonio Cultural de la Nación a la Colección Antonio Raimondi. En: Normas legales, Nº 14350, pp. 2-3. Lima: Diario Oficial El Peruano / Editora Perú.


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Schmitt, R. (17 de agosto de 2019). Antonio Raimondi: Una visita al pueblo de Huaquis en 1862. [Entrada en blog] Proyecto Guaquis. Recuperado de https://proyectoguaquis.wordpress.com/2019/08/17/antonio-raimondi-una-visita-al-pueblo-de-huaquis-en-1862/

2 comentarios en “Antonio Raimondi: Una visita al pueblo de Huaquis en 1862”

  1. Muy interesante conocer la vivencia de los huaquisinos, necesita mayor información sobre la lengua que predominó, según he constatado muy poco han hablado el quechua, más bien parece que a predominado el kawqui y jakaru, se puede corroborar esto con los nombres de los lugares y plantas que son muy diferentes a los de Huancaya y Vitis.

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